miércoles, 21 de enero de 2015

ARTTICULO 4

CARONDELET

La historia de este emblemático edificio se remonta a la época colonial, alrededor del año 1570, con la adquisición de las primeras casas reales asentadas en la ciudad de Quito.
Las primeras casas reales

La primera sede de la Corona española en la Audiencia de Quito funcionó cerca del convento e iglesia de La Merced (actuales calles Cuenca y Chile) hasta alrededor del año 1611, cuando murió Diego Suárez de Figueroa, secretario de la Audiencia, quien era dueño de un pequeño palacete edificado en el costado occidental de la plaza central (Plaza Grande). A diferencia de Lima y México, en donde los conquistadores Francisco Pizarro y Hernán Cortés reservaron para sí los mejores solares de la Plaza Mayor para sus palacios, en Quito, Sebastián de Benalcázar realizó la fundación de la ciudad en un paraje, ubicado en las actuales calles Olmedo y Benalcázar, que fue provisionalmente la Plaza Mayor. Esta se trasladó un poco más al sur varios años después, y las casas de Benalcázar quedaron a varias cuadras de distancia. Por lo demás, el fundador de Quito siguió su viaje hacia la actual Colombia, en donde se estableció y murió.

Juan Fernández de Recalde, presidente de la Audiencia en ese entonces, informó al rey que el palacete de Suárez de Figueroa que se ubicaba en el flanco occidental de la Plaza Mayor, se encontraba en remate, y la Corona lo adquirió por tratarse de un edificio más grande y cómodo para albergar las dependencias de la Administración hispana en suelo quiteño. De allí en adelante, el poder de la Audiencia se radicó en la Plaza Grande.

Tiempo después, el sucesor del presidente Recalde, Antonio de Morga, informó al Rey que las casas reales eran indignas de llevar ese apelativo, pues ya resultaban estrechas y muy viejas, por lo que propuso comprar las casas adyacentes al palacete original. A partir de entonces, el conjunto de tres casas unificadas en una sola fachada sufrió una serie de transformaciones. El terremoto de 1627 forzó a comprar los edificios vecinos que, por su vetustez, fueron reedificados de cantería, ladrillo y cal que le confirieron su característico color blanco, vigente hasta el día de hoy.



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